26 febrero 2014

¿Cuál fue tu experiencia de la oración cuando eras niño? - Lucía Gayón

Los niños tienen una apertura extraordinaria para aprender a meditar.  El problema que tenemos los adultos es que pensamos que es muy difícil enseñarles a ellos a meditar porque primero creemos nosotros mismos que meditar es complicado y que tenemos que saber mucho para poder así trasmitir esta enseñanza a los niños.

Pero si recordamos cuál fue nuestra experiencia de la oración en nuestra niñez, tal vez podemos entender de nuevo lo que es la receptividad de un niño.

Pensamos también que enseñar a meditar requiere de cursos y de leer mucho sobre el tema.  Lo que más ayuda a enseñar a meditar, y finalmente lo que convence, es el que nosotros vivamos la experiencia, que podamos compartirla con el convencimiento que da el haberlo vivido. No se trata de vender una idea o una ideología, o de forzar a alguien a que piense como nosotros.  

El niño tiene una gran apertura de corazón, es tierra fértil listo para recibir la semilla.  Cuando tú lo invitas a meditar contigo, no solamente tú haces la labor de sembrar esa semilla - sino que es el mismo Jesús que lo hace a través de ti.

En mi experiencia descubro que una vez que iniciamos la meditación con un niño, él o ella nos ayudan enormemente a comprender lo que es el espíritu de la sencillez.  Esta es la cualidad indispensable de toda oración y muy en especial en lo que se refiere a la meditación cristiana, pues al meditar estamos renunciando a nuestros deseos, a solicitar cosas a Dios para nosotros o para otros, porque ya en ese silencio aprendemos a confiar en El.

El ya sabe lo que necesitamos; El ya sabe lo que necesitan nuestra familia, amigos, la humanidad y El quiere hacer ese trabajo de sanación por nuestro medio.  Por eso que cuando meditamos, nos disponemos a ser sanados, protegidos, fortalecidos en su Amor.  

Cuando meditamos con los niños ellos nos ayudan a acelerar este proceso, pues por su inocencia, podemos ver muy claramente la presencia de Dios en sus corazones.  

Seamos simples y tomemos la oportunidad de meditar con ellos - con los niños de la familia, en la escuela, en la catequesis, los vecinos - meditemos con sencillez con ellos dándoles el regalo.

Meditar con ellos es muy diferente a endoctrinarlos o catequisarlos o solo hablarles de Dios - que es también es bueno para su educación.  Pero cuando meditamos ya no les hablamos de Dios - sino que los llevamos a experimentar a Dios y ellos nos llevan a experimentar la sencillez de la Oración.

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Lucía Gayón - en Ixtapa


Publicado por:
www.permanecerensuamor.com


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