22 noviembre 2012

Vivimos de creencias - Lucía Gayón

Están las creencias que heredamos de nuestros padres, o de la familia, que están escondidas en nuestro perfil psicológico y que se colaron en nuestra vida por imitación.  Están las creencias adquiridas - preceptos de vida, de comportamiento, de deberes y de compromisos.  Están las creencias fantásticas - esas que "tenemos que creer" para que podamos salir de nuestros problemas difíciles.  Están las creencias religiosas que "tenemos" que creer para calificar como miembros de una religión.  Están las creencias políticas - cási siempre radicales - o somos de derecha o de izquierda; estamos con los blancos o con los ultra-blancos.  Están las creencias personales - como de auto-superación que nosotros a veces, injustamente, nos imponemos.  Están las creencias que queremos que otros sigan - son reglas de vida que nos han funcionado y que por eso pensamos que pueden ser universales.

Las creencias nos ayudan, cierto - son como faros en el camino, nos constituyen, nos dan fuerza; son creencias de apoyo, muletas que nos sirven para caminar.  Muchas están muy bien configuradas en el terreno mental, por eso las podemos entender y tener la libertad de aceptarlas o rechazarlas, de utilizarlas o adaptarlas, de imponerlas o de que nos sean impuestas.

Pero entrar al terreno de la fe es otra cosa - aquí se detiene mi fluído escrito porque no me alcanzan las palabras para describirla.  Aquí trato de pensar cómo expresar la fe - no como el gran conjunto de creencias - sino como algo tal que me lleva a ese lugar obscuro, donde con dificultad camino a tientas.  Como bien lo escribe Inma, las creencias nos hacen sentir cómodos - la fe es un regalo difícil de aceptar, porque implica echarnos un brinco a algo desconocido. 

Duele tener fe, duele vivir en la fe - porque no sabemos qué pasa -  nuestra mente no puede decifrar las señales, no puede describir lo que se siente.  Algunas veces, sin embargo, podemos describir lo que se siente no tener fe o tener una crisis de fe.  Sentir que no tenemos fe puede ser la señal más clara de que estamos justamente en ese lugar, en ese estado absoluto donde soltamos por fin las creencias que nos daban comodidad.  Muchas veces decimos que no tenemos fe, porque no sentimos la fe, queremos entender, sentir para que la fe sea fe.

Meditar es un acto de fe muy concreto -nos valemos de acciones muy concretas- como lo es buscar los periodos para meditar; como lo es sentarnos y cerrar los ojos; como lo es hacer silencio interior; como lo es repetir una palabra sagrada.  Nos valemos de estas acciones, para hacer silencio interior y de pronto ocurre ese paso a ese estado de obscuridad llamado fe.  Ocurre en el Momento de Cristo.  Esto es difícil de aceptar pues queremos que ocurra en el momento nuestro - así lo queremos creeer. 

Si, caminamos a tientas y cada paso que damos nos permite tambien tantear el camino - pero esto ocurre entre tropezones y distracciones - así es nuestra meditación diaria; así es nuestra vida.  Pero de pronto sentimos el terreno y ocurren momentos en que vemos como el camino mismo nos va guiando - eso ocurre cuando repetimos nuestra palaba sagrada; cuando vivimos despiertos - y va ocurriendo con más confianza.  Incluso, vamos aceptando los tropezones, distracciones olvidos y caídas, como señales también y las abrazamos como parte del camino.

Cada paso nos da más confianza y cuando la tenemos entonces podemos también descubrir a otros que van aprendiendo por el camino.  Como cuando alguien aprende a andar en bicicleta.  Vemos como a principio pierde el equilibrio - y vemos también que de pronto encuentra el ritmo en el pedaleo y empieza a recorrer el camino. 

Este escrito, que va a continuar, me gusta muchísimo porque me hace reflexionar si mi vida, mis acciones están en el terreno de las creencias  o si vivo en la incertidumbre de la fe - en la incertidumbre del misterio, en la incertidumbre de lo que no puedo controlar. 

Es en la incertidumbre que llego a la certeza de algo más profundo y real - la certeza insinuante del Amor que es.



Lucía Gayón

Publicado por:
www.permanecerensuamor.com

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