13 junio 2012

La Tercera Bienaventuranza - Inma Martí Seves

Compartiendo el sufrimiento se ponen del lado del condenado, y con su amor compartido se ponen del lado de Dios, que es Amor
Me tocó en Libia convivir con personas en situaciones muy precarias, inmigrantes procedentes de países subsaharianos esperando la ocasión para poder pasar a Europa.  Su travesía por el desierto era siempre muy dolorosa, cuando no trágica.  Llegaban con enfermedades, hambre,  sin hogar necesitaban todo tipo de atención.  Acudían a la iglesia de Trípoli en busca de ayuda.  El simple encuentro con ellos era para mí un acontecimiento salvador.  Muchas veces no podíamos hacer nada o casi nada para aliviarles.  Pero simplemente un rato juntos, poder venir a la Iglesia, o a nuestra casa, nosotras a las suyas escucharles, sonreírles, saludarles por la calle y caminar juntos un tramo… esto me ha enseñado mucho acerca de cómo estar junto a las personas.  Somos hermanos.  Dios se manifiesta en esta comunión, en este cariño, en la amistad que brota entre nosotros.
 
La aflicción de la que habla el Señor es el inconformismo con el mal, una forma de oponerse a lo que hacen todos y que se le impone al individuo como pauta de comportamiento.
En estas palabras encuentro la descripción de lo que a veces he sentido.  Al leerlas descubro que no hay que desconfiar de todas las aflicciones, sino discernirlas y no querer huir, seguro que en ellas también nos habla Dios. 
 
La respuesta que de aquí surgirá no estará llena de orgullo y prepotencia, sino que será humilde, pues nosotros mismos podemos también equivocarnos.  En silencio aprendemos a ver la realidad y nuestros anhelos más profundos,  también nuestra pobreza y debilidad.  Esto nos hace renacer en confianza y poner nuestra vida cada día en manos de Quien ante todo nos ama.  A mí y a todas sus criaturas.  No es sólo que nos ame:  es el mismo Amor.
 
Los hombres perseguidos a causa de la justicia son los que viven de la justicia de Dios, de la fe. Como la aspiración del hombre tiende siempre a emanciparse de la voluntad de Dios y a seguirse sólo a sí mismo, la fe aparecerá siempre como algo que se contrapone al «mundo» a los poderes dominantes en cada momento”, y por eso habrá persecución a causa de la justicia en todos los periodos de la historia.
 
Veo aquí una lectura de lo que es la tendencia egoica que todos llevamos dentro, hacer prevalecer nuestro yo-superficial, pensando que así vamos a encontrar nuestra realización. 
 
La vida de fe, el encontrar mi verdadero sentido en la Vida de Dios, dejar atrás sin amargura ni resentimiento lo que yo creía importante, es el signo de haberme puesto en silencio y dejar que se manifieste el Amor tal como es (1 Corintios, 13).
 
Creo, además, que cuando pensamos en “la voluntad de Dios” nos parece que es “algo” que está enfrente, cuando en realidad es nuestra esencia.   Dios por su Espíritu habita en nosotros.  La Gracia de poderlo descubrir y vivirme en Él es fuente de alegría y entereza, sabiendo que este modo de vida causa extrañeza en quienes nos ven y comprueban que valoramos las cosas de otra manera.
 
“Jesús promete alegría, júbilo, una gran recompensa a los que por causa suya sean insultados, perseguidos o calumniados de cualquier modo (cf. Mt 5,11). Entonces su Yo, el estar de su parte, se convierte en criterio de la justicia y de la salvación. Si bien en las otras Bienaventuranzas la cristología está presente de un modo velado, por así decirlo, aquí el anuncio de Cristo aparece claramente como el punto central del relato. Jesús da a su Yo un carácter normativo que ningún maestro de Israel ni ningún doctor de la Iglesia puede pretender para sí. El que habla así ya no es un profeta en el sentido hasta entonces conocido, mensajero y representante de otro; Él mismo es el punto de referencia de la vida recta, Él mismo es el fin y el centro.
 
No había reparado yo en esta diferencia en la proclamación de las bienaventuranzas.  He buscado en la Biblia Mt. 5 y me ha llamado la atención, que las anteriores están escritas en tercera persona, mientras que ésta última se expresa directamente a los que le escuchan, “vosotros”, vinculándolos directamente a Él mismo (por mi causa).  Es una forma preciosa de crear una intimidad entre Jesús y quien le escucha.  No nos habla de preceptos, de normas, nos habla de su amistad (Tú y yo, cantaba Mecano en los años 90, y era una canción dedicada a Jesús, ella escuchaba en su interior sólo estas palabras: "Tu y yo".
 
Con esta bienaventuranza Jesús nos une más personalmente a Él, pone de relieve la vinculación que ya existe, porque Él es uno de nosotros.  Lo auténtico aquí es su fidelidad hasta el final, hasta dar su vida por completo, en absoluta confianza, en humildad.  Fiel a Dios, que es Amor.  Así nos mueve a descubrir, en unión con él, nuestra verdadera vocación.
Con un saludo lleno de cariño.  Nos unimos cada día en la aventura maravillosa de meditar. 
 
 
 
 
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