17 mayo 2012

Tiempo Pascual, Tiempo de Aprender a Amar - Inma Martí Seves

Estos días estoy percibiendo de una forma nueva las lecturas que la Iglesia nos presenta en la Liturgia.  Después de las primeras narraciones de la experiencia de la Resurrección de Jesús,  los encuentros de Jesús resucitado con sus amigos y cómo estos encuentros les van transformando, vienen unos días en que todos los evangelios empiezan a hablar insistentemente del amor.  La Comunidad de Juan que es quien más ha escrito sobre el amor, después de muchos años de interiorizar y rememorar la experiencia de Jesús entre ellos, nos brinda estos días el tesoro que ha descubierto en la convivencia, primero física y después espiritual, con Él.  Sabemos que Jesús no dejó nada escrito, se dedicó a vivir entre los suyos como un permanente testigo del Amor de Dios, de Quien hizo la experiencia de sentirse Hijo Amado… y no se cansó de brindar esta experiencia, por medio de signos visibles, a quienes encontraba en la vida.

Estos días leemos la honda comunicación que nos brinda Juan, el discípulo amado.  A Juan le caló hondamente este descubrimiento: el Amor de Jesús, que es el mismo amor de Dios.  Leemos esto en los evangelios, y también leemos en los Hechos de los Apóstoles, el caminar de los primeros seguidores de Jesús.  El autor de este libro no esconde nada: habla de notables diferencias en la forma de entender este seguimiento, entre quienes vivieron en el seno del Judaísmo y quienes proceden de ambientes paganos o gentiles.  Hay conflicto pero también  hay deseo de ir a lo esencial.  Y este deseo, expresado y puesto en activo por medio de gestos concretos: dejan su entorno, salen a otros lugares, a dialogar sobre lo que encuentran de diferente y lo que debe unirles de verdad, gestos, como el del domingo pasado (Cornelio se arrodilla ante Pedro, en un gesto de humilde aceptación, y éste le tiende las manos para que se levante, diciéndole con todo cariño que ellos son iguales).  De inmediato, la comunidad allí presente recibe el Espíritu Santo.  Estaban preparados mediante el anhelo.  Pedro, que también ha hecho un itinerario de fe personal, pone palabras a lo que Dios le ha ido diciendo en su corazón: "Está claro que Dios no hace distinción de personas. ¿Cómo negar el agua del bautismo a quienes ya han recibido el Espíritu?"  Todo son gestos y signos de aceptar la Realidad que los salva a todos: El Amor incomparable de Dios en ellos. Y querer hacer presente y visible este mismo amor.  Los discípulos le rogaron que se quedase unos días con ellos.

Así yo también me siento llamada a tener pequeños gestos que hagan visible este amor.  Pueden ser gestos insignificantes, quizá no todas las personas se percatarán.  Pero estos pasos de amor hacen mella sobre todo en mi corazón, transformándolo, de un corazón de piedra en un corazón de carne.  No caen en el vacío.  Es la respuesta de aceptación que doy al amor de Dios en mí.  Al amor que Jesús pidió a sus amigos y hoy me está pidiendo, nos está pidiendo. "Dar la vida" es dar esos pequeños pasos.  Jesús dice: permaneced en mi amor, no dice "en vuestro amor".   Por eso necesito hacer silencio de todo lo mío y escucharlo, "dar la vida" nuevamente.  El amor no se basa en un sentimiento, el amor es un don de Dios.  Si me apoyo  en mis sentimientos muchas veces dejaré de amar a los hermanos.  Si me apoyo en su Palabra dejando atrás lo mío, entonces iré aprendiendo a amar y mis decisiones serán siempre inspiradas por su amor, siempre dejarán no mi huella, sino la de Dios.  "En esto consiste el Amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó" (1 Jn 4,10). "No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido" (Jn 15, 16).  ¡Que estas palabras de Jesús meditadas en el silencio nos llenen de gozo y de paz!

Con un gran abrazo, lleno de alegría por Su Amor. 




Publicado por:
www.poermanecerensuamor.com

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