26 abril 2012

Dios se nos da siempre "totalmente" y a todos por igual. - Graciela Moranchel

Queridos amigos:
En la lectura que Lucía nos envía hoy, el padre John Main nos habla del Misterio al que Jesús vino a traer luz, a darnos a conocer: que Dios habita en nosotros por medio de su Espíritu. Que esa Presencia es permanente, que se da en "todos de la misma manera", y que Dios habita en nosotros con todo su Ser, por lo que no se da "en partes", fragmentado, como a veces imaginamos cuando en nuestra mente "dividimos" la Trinidad y, por ejemplo, dirigimos oraciones a una u otra Persona Divina.
Dios se nos da siempre "totalmente" y a todos por igual. No hay más "Espíritu" en el clero o en un profeta que en un niño, o que en un pobre ignorante. Dios no puede partirse, ni se dona en mayor medida a unos que a otros. Esas son fantasías de nuestra mente, que necesita "dividir" para comprender, con el riesgo de desfigurar el rostro de Dios.
Dios es un "don absoluto" para todos, pero no todos son recipientes aptos para albergarlo. Para darnos cuenta que Dios habita en nuestro interior hace falta "prestar atención", abrir los ojos del corazón. De lo contrario, la Realidad más importante, el fundamento de nuestro ser, este Espíritu que es Amor Incondicional, puede pasar desapercibido en nuestra vida, y así podemos vivir largos años sin percatarnos de Su amorosa Presencia, de lo que significa "trascender" la superficialidad de la vida para comenzar a vivir realmente una "vida espiritual", que no es otra cosa que vivir impulsados por el Espíritu del Señor Resucitado.
Dios no se puede ver. Al Espíritu no lo podemos ver. Pero sí podemos ven los "frutos" de su Presencia amorosa en nosotros. Cuando me vuelvo más buenita, cuando presto más atención a las necesidades de los demás, cuando tengo ganas de perdonar, cuando me hago "reconciliadora", cuando busco el encuentro y el diálogo, cuando veo que soy cada vez más tolerante, cuando la alegría no se me quita por ningún disgusto cotidiano... allí está dando frutos en mí el Espíritu.
 Cuando uno "cae en la cuenta" de que la Realidad es mucho más que lo que vemos y tocamos, nuestra vida cambia, se abre hacia una plenitud de ser y de felicidad que está por encima de toda angustia y sufrimiento, porque sabemos que esa Vida permanece, que no se termina jamás, porque es la misma Vida de Dios en nosotros, el Espíritu Santo.
La meditación cristiana nos ayuda a transformarnos cada día más en personas "atentas" y "receptivas" a la acción de Dios en nosotros.
Un abrazo grande desde esta nublada y fría Buenos Aires,
Publicado por:

No hay comentarios: