25 abril 2012

Preparación para la oración - Inma Martí Seves

Creo que la preparación más importante es el deseo y el anhelo.  Buscamos a Dios porque Él nos ha buscado a nosotros primero.  Lo amamos porque Él nos amó primero. "Nos hiciste, Señor, para Tí". y nuestro corazón no descansará hasta que encuentre su paz en Tí.
Como este anhelo lo llevamos muy hondo, es necesario muchas veces aprender a entrar, poder entrar tan hondo.  Porque a lo largo nuestra vida han sucedido muchas cosas y va quedando en nosotros como una huella, o unos revestimientos adheridos a veces para salvaguardarnos de heridas, para fortalecer lo que creemos que somos, etc.
Todo eso que hemos construido consciente e inconscientemente es lo que da una imagen de nosotros mismos que creemos que debemos mantener, incluso ante Dios.
Cuando hay una grieta por algo que nos ha sucedido, por una revelación, por un encuentro… de mil inimaginables formas! entonces nos damos cuenta de que esa imagen tiene que caer, o ha caído ya.  Entonces nos encontramos con lo que realmente importa.
¿Por qué digo todo esto?  Porque lo que ocurre a gran escala a lo largo de una vida es lo que también sucede todos los días, y es como dice el Principito cuando tiene que dedicarse en su planeta a limpiar los volcanes y a vigilar las hierbecitas que salen todos los días.
Hemos empezado a saborear los tesoros que se esconden en el silencio.  Intuimos además, y sabemos, por el testimonio de tantos que meditaron antes que nosotros, que se trata de un tesoro interminable, que no nace ni acaba en nada de lo que podamos atrapar… y que a la vez nadie nos lo puede arrebatar.  Meditamos porque nos conduce el Amor, porque nos dejamos conducir por Él.  La meditación cristiana es el vehículo que nos une fuertemente a Jesús, porque nos ayuda a hacernos conscientes de esta realidad misteriosa, de este Regalo de Dios: el Espíritu en nuestro corazón.  La meditación forma ya parte de nuestra vida y nos nutre, haciéndonos capaces de continuar este encuentro íntimo y fuerte con Él en cada encuentro con los hermanos, en cada cosa que nos sucede.
Cierto: el día a día está lleno de horarios, quehaceres, encuentros  (y quizá desencuentros) reclamos, urgencias… momentos en que tenemos que improvisar decisiones y momentos en que tenemos que olvidarnos de lo que habíamos programado o decidido antes.  Tareas que nos trajeron éxitos o también frustraciones. Todo esto inevitablemente, va ocupando nuestro interior, digamos las capas menos hondas, y es lo primero que constatamos cuando nos hemos puesto a meditar.
En la lectura de esta semana encontramos los consejos de Orígenes en su Tratado sobre la Oración.  Sabemos por experiencia que es muy importante poder meditar con este corazón limpio.  A veces carecemos de tiempo y nos sentamos a meditar sin haber podido hacer una preparación inmediata.  En mi opinión también esto es una oportunidad para confiar mucho más en Dios.   Desde jovencita conservo una frase de San Vicente de Paúl que me impactó mucho la primera vez que la leí, es de gran consuelo para mí tener esto presente:
«Ciertamente, el gran secreto de la vida espiritual es poner en sus manos todo lo que amamos, abandonándonos nosotros mismos a lo que El quiera, con una perfecta confianza de que todo irá mejor; por eso se dice que todo se transforma en bien para los que sirven a Dios. Sirvámosle, pues, hermana, pero sirvámosle según su agrado y dejémosle hacer. Él hará para ustedes de padre y de madre; será su consuelo y su virtud y finalmente la recompensa de su amor». (Carta a Maturina Guérin, 3 marzo 1660)
Al meditar regularmente vamos comprendiendo que este don lo llevábamos dentro desde siempre, es la semilla depositada en nuestro corazón: El Amor, que es Dios mismo, “se ha derramado en nuestros corazones…”  Por eso siento que lo más importante es no desanimarnos en nuestra práctica, nuestra pobreza se ve colmada por la inmensa riqueza que es Dios en nosotros.  El silencio es desprendimiento, dice Javier Melloni.  Y continúa: "Igual que al respirar tomamos aire y después lo soltamos, porque de lo contrario moriríamos, así es el silencio, soltará! en el momento en que queremos retener algo, aparece el ruido! A ese desprendimiento nos dejamos conducir suavemente por medio de la palabra (Maranatha) , como nos aconseja el P. John. 
Juan Rubio, director de una publicación cristiana, confesaba hace poco que prefería "el silencio, porque lleva el germen de la más elocuente de las palabras, la de Jesucristo.  Lo demás son accidentes en este intenso caminarâ".
Con gran cariño, nos unimos en nuestra meditación diaria.
Publicado por:

No hay comentarios: