10 diciembre 2011

Meditar de Corazón a Corazón - Carlos

A raíz de la reflexión del hermano John Main sobre el peregrinaje en la meditación, pensaba en el camino a recorrer para pasar realidades profundas de nuestro cerebro al corazón. Creo que la repetición de “maranatha” con fe y también de corazón, nos ayudará en este caminar.
Todos los católicos creemos en la presencia de la Santísima Trinidad en nuestro ser. Se trata del misterio de la inhabitación en todo creyente que esté en estado de Gracia poseemos, y que nos fue dada por medio del Bautismo. Es un dogma de fe basado en las Palabras del Señor durante su Última Cena. “Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él (Jn. 14,23) y un poco antes nos dice JESÚS: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos; y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre”.
El camino empieza pues en nuestra cabeza que creemos firmemente en dicho misterio y termina en nuestro corazón, a través de nuestros sentimientos y deseos. El Señor estando en la Cruz nos dejó a su Madre como modelo y guía en nuestro caminar, ella “conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón (Lc. 2,51). Se me ocurre que como preparación a la meditación, podemos decir la oración que muchos decimos antes de comulgar o como comunión espiritual, con el matiz del corazón:
“Yo quisiera Señor recibirte en mi corazón, con aquella pureza, humildad y devoción, como te recibió tu Santísima Madre, con el Espíritu y fervor de los santos”.
De esta manera preparamos el camino para que el Señor baje de nuestros pensamientos a nuestro corazón. O dicho de otra manera nos enamoraremos más de nuestro Salvador.
El papa Benedicto XVI comenta al final de su libro Jesús de Nazaret que: “¡Ven Señor Jesús! (Ap. 22,20) es la oración de la persona enamorada… que espera necesariamente con afán la llegada del Amado”. Seguidamente hace una distinción entre “Marana tha” (Ven, Señor), o bien “Maran atha” (El Señor viene), que San Pablo pone al final de la primera carta a los Corintios. “En este doble modo de lectura, dice nuestro pontífice, se puede ver claramente la peculiaridad de la espera cristiana de la llegada de Jesús. Es al mismo tiempo el grito: “Ven”; y la certeza llena de gratitud: “Él viene””. Particularmente, para la meditación me gusta más pensar en esta segunda interpretación: El Señor viene a mi corazón.
Allí es donde tenemos que tratar de guardar la presencia de la Trinidad en nosotros. ¿Cómo? Creo para comenzar que lo más primordial es a través de una conversión (que puede significar cambio de vida, poniendo más amor en lugar de egoísmo) conversión continua (porque de esto nos debemos examinar todos los días) y para ayudarnos en esta difícil tarea, tenemos un intercesor: El Santo Paráclito. Después, con mucha paciencia y gran perseverancia dedicar dos veces al día nuestra oración al Señor, repitiendo la “jaculatoria”: Maranatha. De esta manera el Hijo de Dios, que poseemos gracias a la fe, bajará a nuestro corazón.

Carlos

1 comentario:

Lucia dijo...

Hola Carlos:
Gracias mil por compartir este excelente escrito y regalarlo a nuestra comunidad de amigos que oramos.

En tu último párrafo sugieres que como cosa primoridial vivamos una conversión y luego meditemos.

Creo que en el acto de meditar ocurre también esa conversión. De hecho, meditar es una constante conversión - hacia la Luz, en su Gracia y en su Presencia.

La oración nos integra e integra estos procesos en el Momento de Cristo.

Creo también que Jesús no baja - ya es, ya está en nuestro corazón - ese es su incondicional regalo. Repetir nuestra palabra sagrada nos despierta para percatarnos de su presencia.

Dios bendice cada paso de tu vida,